En el contexto globalizado de las sociedades modernas, las repercusiones de los fenómenos extremos son multidimensionales, están interrelacionadas y actúan en cadena. Situada en la intersección de los sistemas humanos, sociales y ambientales, la agricultura es muy vulnerable a los efectos de importantes perturbaciones y crisis. Para reducir las repercusiones negativas de estas perturbaciones y mejorar la resiliencia de este sector mediante la elaboración y aplicación de estrategias de reducción del riesgo y fomento de la resiliencia, primero es necesario determinar y medir la manera en que las actividades agrícolas se ven afectadas por los desastres.
En la Parte 2 del presente informe se describe en profundidad cómo los desastres afectan a la agricultura. En las secciones primera y segunda de la Parte 2 se presentan las posibles trayectorias de las repercusiones de los fenómenos extremos en la agricultura y se señala la situación actual de la producción y recopilación de datos para el registro de estas repercusiones. Diversas amenazas pueden causar estas repercusiones, que pueden manifestarse como efectos físicos, económicos y sociales negativos. En estas secciones también se exponen dos aspectos de las repercusiones sociales producidas por los desastres en la agricultura, a saber, sus repercusiones en las mujeres agricultoras y en los desplazamientos y la migración.
En la segunda sección de la Parte 2 se describen los resultados de una evaluación mundial de las pérdidas agrícolas históricas, en la que se revela la carga variable de las pérdidas en diferentes años, regiones y tipos de fenómenos en los subsectores de los cultivos y la ganadería durante los últimos tres decenios. Las pérdidas se presentan como unidades de productos agrícolas (toneladas), así como por su valor económico total. Las pérdidas de producción se calculan posteriormente en concepto de nutrientes y energía a fin de señalar la pérdida de potencial en términos de dietas saludables. En los recuadros se presenta una perspectiva desde el terreno relativa a las pérdidas en la ganadería tras la sequía de 2016-17 en Somalia y las repercusiones de la infestación por el gusano cogollero del maíz en los cultivos.
En la tercera sección de la Parte 2 se examinan en profundidad las repercusiones de los desastres experimentadas en los otros dos subsectores agrícolas, a saber, la pesca y acuicultura y la silvicultura. Se da cuenta detallada de las amenazas o repercusiones específicas en cada sector mediante la presentación de dos evaluaciones que abarcan los efectos de los incendios forestales y las infestaciones por insectos en la silvicultura, así como las diversas repercusiones en la pesca y la acuicultura derivadas de distintos desastres en tres países. En esta sección se pone de relieve la complejidad que entraña calcular las pérdidas provocadas por desastres en la pesca y la acuicultura y en la silvicultura y se aporta información sobre la mejora de los sistemas de recopilación de datos y de evaluación de las repercusiones.
Las actividades y los medios de vida agrícolas (y los sistemas de producción agroalimentaria que mantienen) dependen en gran medida de las condiciones ambientales, los recursos naturales y los ecosistemas. Las condiciones climáticas y los fenómenos meteorológicos afectan directamente a la sostenibilidad de los cultivos, la ganadería, la pesca y la silvicultura7. En todo el mundo la agricultura se encuentra cada vez más en riesgo debido a múltiples peligros y amenazas, como las inundaciones, la escasez de agua, la sequía, el descenso de los rendimientos agrícolas y los recursos pesqueros, la pérdida de diversidad biológica y la degradación del medio ambiente. Las amenazas geofísicas, como los terremotos, las erupciones volcánicas y los corrimientos de tierras, dañan las infraestructuras y provocan una alteración generalizada de los servicios y las redes (como el transporte y el acceso a los mercados) de los que depende la agricultura.
Las variaciones en el suministro de agua y las temperaturas extremas son dos de los principales factores que afectan directa e indirectamente a la producción agrícola. Las inundaciones y las fuertes precipitaciones pueden tener repercusiones positivas y negativas en los sistemas y la productividad agrícolas. Por ejemplo, las fuertes lluvias y las inundaciones pueden demorar la siembra de primavera, incrementar la compactación del suelo y provocar pérdidas de cultivos debido a la falta de oxígeno y a enfermedades de las raíces. Por otro lado, una inundación también puede tener en los cultivos de la cosecha siguiente. Asimismo, las intensas precipitaciones asociadas a los monzones y los ciclones pueden resultar muy beneficiosas para los ecosistemas, pues ayudan a restaurar los niveles de agua en los embalses, a apoyar la agricultura estacional y a aliviar la sequía estival en las zonas áridas. Sin embargo, la variabilidad de las lluvias es una de las principales causas de la mayoría de las pérdidas de cultivos. En el Pakistán, las lluvias monzónicas excepcionales de 2022 y las inundaciones que se produjeron posteriormente causaron daños por un valor de casi 4 000 millones de USD en el sector agrícola8.
La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos de América estima que solo en 2022 las pérdidas de cultivos y de terrenos de pasto provocadas por grandes fenómenos meteorológicos y climáticos en el país ascendieron a más de 21 400 millones de USD9. Las pérdidas totales de cultivos causadas por la sequía y los incendios forestales excedieron los 20 400 millones de USD y las pérdidas provocadas por huracanes, granizos, inundaciones y otros fenómenos meteorológicos graves superaron los 1 080 millones de USD. La sequía puede causar escasez de agua y malas cosechas y, en última instancia, puede provocar hambruna en contextos vulnerables. En Honduras, los efectos combinados de la sequía y las tormentas de 2020 redujeron a la mitad la producción agrícola y dieron lugar a un incremento de la inseguridad alimentaria, lo que obligó a muchas personas a huir a otras regiones del país y fuera de sus front10,11,12.
La sequía en la agricultura se debe a una combinación de escasez de precipitaciones (sequía meteorológica), escasez de agua en el suelo y reducción de los niveles de agua subterránea y de almacenamiento de agua necesarios para el riego (sequía hidrológica). En particular, durante la temporada de crecimiento la sequía puede provocar una falta de precipitaciones que altera la producción de cultivos o las funciones de los ecosistemas. El déficit de humedad del suelo y su degradación repercuten en otros sistemas productivos además de la agricultura, particularmente en otros ecosistemas naturales o gestionados, como los bosques y los pastizales. Por ejemplo, existe una fuerte correlación entre las sequías, las altas temperaturas y la incidencia de infestaciones por escarabajos descortezadores en los bosques de pino blanco americano en Europa septentrional13.
Las temperaturas extremas también tienen consecuencias negativas para la producción agrícola. En el subsector de la ganadería, el estrés térmico puede afectar a la mortalidad, el aumento del peso vivo, la producción de leche y la fertilidad de un animal14. El bienestar animal también puede verse afectado negativamente por temperaturas más elevadas que la zona termoneutra de un animal, lo que aumenta la vulnerabilidad a algunas enfermedades. Algunas razas y especies de ganado pueden experimentar estrés térmico a temperaturas superiores a los 20 °C, lo que genera repercusiones en cadena en el rendimiento económico de los sistemas de producción de productos lácteos y de carne de vacuno15. Muchos cultivos son especialmente sensibles al calor extremo, lo que puede reducir los rendimientos de los cultivos de cereales como el maíz y someter al ganado a mayores niveles de estrés. El rendimiento del arroz puede reducirse hasta en un 90 % cuando las temperaturas nocturnas suben de 27 °C a 32 °C16 y se considera que las temperaturas superiores a los 30 °C son perjudiciales para la producción de maíz17. Las altas temperaturas durante el desarrollo de los granos de trigo pueden modificar su contenido en proteínas y se ha señalado que las altas temperaturas durante la etapa de crecimiento son uno de los factores más importantes que afectan tanto al rendimiento del trigo como a la calidad de la harina18.
Los fenómenos extremos que se registran una vez que el cultivo ya ha crecido también pueden afectar a la producción. Por ejemplo, durante la temporada de incendios de 2019-2020, los incendios forestales destruyeron más de 10 millones de hectáreas en el sureste de Australia, de las cuales una cuarta parte eran tierras agrícolas19. Además, es probable que los días calurosos frecuentes también aumenten el estrés térmico de los trabajadores agrícolas, los animales y las plantas. En algunas regiones de Europa occidental, a pesar de la amplia aplicación de tecnologías agrícolas en la producción agrícola y la elaboración de alimentos a gran escala, la grave sequía de 2022 provocó que el rendimiento de los cultivos disminuyera en un 45 %, mientras que el rendimiento del trigo y el arroz se redujo en un 30 20.
Existen datos que muestran que las actuales tendencias de calentamiento en el mundo entero ya están repercutiendo en la agricultura. El aumento de la temperatura de los océanos está provocando un incremento en la incidencia de las olas de calor marinas, poniendo en riesgo los ecosistemas marinos y afectando negativamente a la pesca y la acuicultura. En algunas zonas, el rendimiento de los cultivos ya ha comenzado a disminuir debido a las condiciones más cálidas en comparación con los rendimientos previstos si no se produjera el calentamiento. En un estudio reciente se constató que la gravedad de las repercusiones de las olas de calor y las sequías en la producción agrícola prácticamente se triplicó entre los períodos de 1964 a 1990 y de 1991 a 2015,pasando del 2,2 % al 7,3 21. En términos generales, las olas de calor y sequías históricas redujeron el rendimiento de los cereales europeos en promedio en un 9 % y un 7,3 % respectivamente, y el rendimiento de los cultivos distintos de los cereales disminuyó en un 3,8 % y un 3,1 % durante el mismo período. Las olas de frío provocaron una disminución en los rendimientos de los cereales y de los productos distintos de los cereales del 1,3 % y el 2,6 %, respectivamente.
Estas tendencias al alza son motivo de preocupación. La agricultura desempeña un papel fundamental para garantizar la disponibilidad de alimentos en aras de dietas saludables y es un importante factor para crear empleo, lograr la seguridad alimentaria y reducir la pobreza. Más de la mitad de los 4 750 millones de personas que componen la población de Asia viven en zonas rurales y dependen de las actividades agrícolas27. Asimismo, los medios de vida de casi el 50 % de la población de África están relacionados con la agricultura, que representa el 35 % del PIB de la región28. La posible vulnerabilidad de este sector a los desastres es alarmante, especialmente en el contexto del aumento de la población mundial y el incremento de la demanda de alimentos.
Además de las repercusiones directas en la producción y las existencias agrícolas, los desastres afectan a los medios de vida, la seguridad alimentaria y la nutrición. Causan desempleo en las zonas rurales, provocan una disminución de los ingresos de los agricultores y los trabajadores agrícolas y reducen la disponibilidad de alimentos en los mercados locales. El acceso a alimentos de las comunidades directamente afectadas por desastres puede verse reducido por los efectos secundarios en el suministro alimentario y la nutrición, como la subida de los precios de los alimentos, la disponibilidad de menos dinero para comprar alimentos debido a la pérdida de medios de vida o la destrucción de activos, la interrupción del acceso a alimentos a consecuencia de los desplazamientos o la alteración de los mercados e infraestructuras, las perturbaciones de los programas de asistencia social y la falta de agua limpia y de saneamiento. Estas presiones pueden reducir el poder adquisitivo de los hogares, incrementar la deuda, aumentar la pobreza y agravar las desigualdades de género. En casos extremos, pueden provocar el desplazamiento y la emigración de las poblaciones rurales (véase el RECUADRO 2). En última instancia, se produce una reducción de la cantidad y calidad del consumo de alimentos y un incremento de la inseguridad alimentaria y la malnutrición, en particular en los hogares más vulnerables. Se estima que entre 691 y 783 millones de personas en el mundo padecieron hambre crónica en 2022 (cerca de 735 millones, considerando el valor intermedio de estas estimaciones29).
La evaluación de las repercusiones de los desplazamientos provocados por desastres en el sector agrícola sigue planteando dificultades. No obstante, datos de todo el mundo demuestran que el desplazamiento destaca como una de las consecuencias más visibles de los desastres y que tiene implicaciones a corto y largo plazo para la seguridad alimentaria y la sostenibilidad de los sistemas alimentarios.
Las amenazas de aparición súbita ocasionaron desplazamientos masivos cada año y las amenazas de evolución lenta también hacen que zonas enteras dejen de ser aptas para la agricultura, lo que obliga a las comunidades a desplazarse. Cuando se combinan ambos tipos de desastres, sus repercusiones pueden ser devastadoras y el desplazamiento puede prolongarse. Los datos más recientes del Observatorio de Desplazamiento Interno indican que los desastres provocaron 376 millones de desplazamientos internos entre 2008 y 2022 y dejaron a 8,7 millones de personas desplazadas para fines de 2022.
Cuando las comunidades rurales tienen que desplazarse, no solo abandonan sus tierras y sus medios de vida, sino que su partida implica que también se reduce la producción de alimentos, lo que tiene repercusiones en cadena sobre la sostenibilidad de los sistemas alimentarios. Desde Colombia hasta Etiopía y Somalia, las inundaciones y las sequías han obligado a numerosas comunidades rurales a desplazarse a zonas urbanas, a veces de manera indefinida. En algunos casos, las repercusiones de los desastres se han sumado a los efectos de los conflictos y la violencia, lo que significa que las comunidades desplazadas que dependen de la producción y el comercio agrícolas para mantener sus medios de vida son incapaces de producir y vender alimentos, al mismo tiempo que las restricciones a la circulación y otras repercusiones de los conflictos incrementan aún más su inseguridad alimentaria.
La provincia de Sindh, en el sur del Pakistán, es un ejemplo que muestra cómo la interacción entre amenazas de aparición súbita y de evolución lenta ha dado lugar desplazamientos, lo que afectó gravemente a los sistemas alimentarios y empeoró la inseguridad alimentaria. La provincia, que es fundamental para la producción agrícola del país, sufrió una sequía grave en 2021 y principios de 2022. La situación llevó al Gobierno a emitir alertas, ya que la escasez de agua se convirtió en un grave peligro para la producción de cultivos como el algodón y el trigo, lo cual puso en riesgo los medios de vida de millones de agricultores30,31. Las inundaciones monzónicas de agosto de 2022 dejaron el 18 % de la provincia anegada, lo que provocó desplazamientos masivos y dañó gravemente los cultivos32. Las pérdidas nacionales del sector agrícola ascendieron a 9 200 millones de USD, de las cuales el 72 % se registraron en Sindh33.
Numerosas advertencias sobre la posibilidad de que las inundaciones desencadenaran una crisis alimentaria resultaron ser una predicción precisa34,35. Casi seis millones de personas padecieron niveles de inseguridad alimentaria de la Fase 3 o superior de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases en el Pakistán en el momento más álgido del monzón, en julio y agosto. Más de la mitad de ellas estaban en Sindh, que junto con Balochistan fueron las provincias donde se registró la mayor parte de los desplazamientos causados por las inundaciones36. Durante la estación monzónica de 2022, en el Pakistán las precipitaciones alcanzaron niveles históricos y provocaron 8,2 millones de movimientos, por lo que se trató del mayor desplazamiento por desastres a escala mundial en los últimos 10 años37.
De modo similar, los desplazamientos y las pérdidas agrícolas han sido considerables en Honduras tras una serie de desastres consecutivos. Los huracanes Eta e Iota provocaron 918 000 desplazamientos internos en dos semanas de noviembre de 2020. Muchos agricultores se vieron afectados, con amplias consecuencias para el sector agrícola en 16 departamentos. Resultaron dañados cultivos como el café y los bananos, que representan una parte significativa de las exportaciones y del PIB del país38.
Honduras está ubicada en el Corredor Seco de América central, y en los últimos años, la sequía ha contribuido también a reducir las cosechas y ha socavado la resiliencia de los agricultores. Los efectos combinados de la sequía y las tormentas de 2020 redujeron a la mitad la producción agrícola y dieron lugar a un incremento de la inseguridad alimentaria, lo que obligó a muchas personas a huir a otras regiones del país y fuera de sus fronteras10,39,40.
Estos ejemplos muestran que las repercusiones de los desplazamientos por desastres en la agricultura no deberían pasarse por alto. Por el contrario, se necesitan más datos para evaluar plenamente el alcance y la escala de este fenómeno y examinar también cómo el sector de la alimentación y la agricultura puede promover soluciones duraderas para los desplazamientos37.
Estas repercusiones se sufren en mayor medida a escala local y de los hogares en las zonas afectadas por desastres y a menudo son las mujeres quienes soportan el peso de los efectos adversos. Aunque a escala mundial el número de hombres empleados en la agricultura es mayor que el de mujeres, la agricultura es el sector económico más importante para el empleo de las mujeres en los países de ingresos medianos bajos y, en términos generales, es la fuente de empleo de una mayor proporción de mujeres que de hombres41. Desde el punto de vista económico, los desastres tienen distintas repercusiones en los hombres y las mujeres en el contexto del sector agrícola y esta diferencia es especialmente pronunciada en los países en desarrollo, donde las mujeres agricultoras a menudo tienen una mayor vulnerabilidad a los desastres en comparación con los hombres42. Las limitaciones estructurales y de recursos son los principales factores de la desigualdad entre los sexos en las repercusiones de los desastres. Las mujeres tienen dificultades para acceder a la información y los recursos necesarios para prepararse adecuadamente, responder y recuperarse de un desastre, por ejemplo, el acceso a sistemas de alerta temprana y refugios seguros y a planes de protección social y financiera y a empleo alternativo (véase el RECUADRO 3).
La desigualdad de género existente aumenta el riesgo de desastres para las mujeres en todos los sectores de la sociedad y debilita la resiliencia de las comunidades en su conjunto. Es posible observar que los desastres tienen repercusiones económicas diferenciadas sobre los hombres y las mujeres en el sector agrícola en el Pakistán.
La agricultura conforma el mayor sector de la economía del país. Representa el 24 % del PIB44 y emplea al 37 % del total de la fuerza de trabajo (FIGURA 3)45. Las mujeres representan más del 70 % de los trabajadores en la agricultura del Pakistán. Su contribución se ha mantenido estable desde la década de 1990 debido a factores sociales, económicos y culturales que siguen dificultando el empleo femenino en otros sectores distintos del agrícola. En cambio, los hombres se han incorporado a los sectores manufacturero y de servicios en mayor medida, lo que ha intensificado la desigualdad de género preexistente en la economía.
El análisis de los datos del Pakistán sugiere que las inundaciones tuvieron repercusiones en el empleo agrícola y, en general, los trabajadores se enfrentaron a una reducción del trabajo remunerado en el sector tras los desastres. Los trabajadores adoptaron distintas estrategias de afrontamiento para adaptarse a este cambio y el género condicionó las opciones de empleo alternativas disponibles (FIGURA 3). Mientras que los hombres pasaron a tener sus propias empresas o establecimientos, las mujeres que perdieron su empleo tenían más probabilidades de trabajar en el hogar sin percibir ninguna remuneración. Esta tendencia se observa después de las inundaciones de 2007, 2011, 2018 y 2019.
Tras una gran inundación, se reduce el número de hombres asalariados que trabajan en la agricultura, ya que pasan a desempeñar actividades agrícolas de forma autónoma. Por otra parte, disminuye el número de mujeres que participan en el trabajo remunerado y aumenta el de las que contribuyen a las actividades agrícolas familiares no remuneradas. Esto sugiere que, a largo plazo, los daños provocados por las inundaciones afectan a las condiciones laborales y la seguridad salarial de las mujeres de forma más negativa que a las de los hombres46. En general, las conclusiones sugieren que las repercusiones de las inundaciones en el empleo agrícola están condicionadas por el género en el Pakistán, donde las mujeres resultan desproporcionadamente afectadas después de estos desastres debido a la reducción de las oportunidades económicas y a una mayor dependencia de las modalidades de trabajo basadas en la familia.
Además de repercusiones sociales y económicas, los desastres tienen consecuencias negativas en todas las etapas de las cadenas de valor agroalimentarias, en particular perturbaciones del flujo de insumos agrícolas, como semillas y fertilizantes, y de actividades posteriores a la producción, como la elaboración y distribución de alimentos. Alteran los suministros alimentarios, el acceso a los mercados y el comercio, y también pueden provocar una disminución de las exportaciones y los ingresos. Esto afecta negativamente a la balanza de pagos y al crecimiento del sector agrícola a largo plazo, así como al PIB nacional43.
En el contexto de un clima cambiante, las repercusiones de los fenómenos extremos en la agricultura afectarán, a su vez, a la sostenibilidad de la agricultura tanto en países de ingresos altos como bajos. Por ejemplo, en el sur de Australia, el cambio climático puede alterar el uso de la tierra, ya que la producción de cultivos y ganado en zonas marginales áridas podría dejar de ser viable si disminuyen las lluvias, aunque el aumento del rendimiento debido al incremento de CO2 pueda compensar parcialmente este efecto. Pero las repercusiones de los desastres, que son cada vez más frecuentes, serán aún más pronunciadas en los países de ingresos bajos donde hay una mayor población vulnerable con poca capacidad de afrontamiento y un acceso limitado a los recursos para reducir los riesgos y adaptarse a los cambios en las condiciones climáticas y ambientales.
Los pequeños Estados insulares en desarrollo, en particular los que están constituidos por atolones, serán cada vez más vulnerables al cambio climático, pues la erosión, las inundaciones y la intrusión salina ya están provocando una disminución de la productividad agrícola47. Asimismo, se prevé que algunos países del África subsahariana, que ya experimentan altos niveles de fragilidad e inseguridad alimentaria, se vuelvan más vulnerables a los fenómenos climáticos extremos48. Por ejemplo, se estima que Namibia sufrirá pérdidas anuales de entre el 1 % y el 6 % del PIB debido a las repercusiones del cambio climático en los recursos naturales, que provocan importantes pérdidas económicas en la ganadería, la agricultura en pequeña escala y la pesca. Según las previsiones, el Camerún, que depende en gran medida de la agricultura de secano, sufrirá pérdidas económicas significativas debido a un descenso del 14 % de las precipitaciones49.